El 15 de mayo de 1945 se imprimió en Valencia el primer tratado del ajedrez
moderno, «Llibre dels jochs partitis dels scachs en nombre de 100» («Libro de
los juegos y partidas del ajedrez en número de 100»). Se sabe que su autor
fue Francesch Vicent, un erudito que más tarde encontró refugio
como profesor de Lucrecia Borgia tras el éxodo de talento e
intelectuales que supuso la expulsión de los judíos de la Península Ibérica.
Estos hechos están documentados y a los investigadores, con José
Antonio Garzón a la cabeza, les consta que la obra de Vicent ayudó a
popularizar el nuevo poder que adquirió la dama (o reina) en tiempos de Isabel
la Católica, aunque se citan otras influencias, como María de
Castilla y otras monarcas occidentales. En cualquier caso, aquella pieza conocida hasta entonces
como alferza, de alcance limitado, se convirtió en la más poderosa del tablero,
suceso trascendente del que ya se había hecho eco el poema «Scachs de
amor», datado en 1475.Garzón, en concreto,
considera que la figura de Isabel la Católica como modelo real de la nueva dama
del ajedrez goza de consenso internacional. «El investigador holandés Govert
Westerveld es quien estudió y acreditó la cuestión», asegura.
Lo que nadie ha
conseguido, por el momento, es hallar un solo ejemplar del libro de Vicent. La
búsqueda de este «Santo Grial» del juego de reyes guía la película documental «La dama del
ajedrez», deAgustí Mezquida, que poco a poco llega a distintas ciudades
españolas casi al mismo ritmo con que los judíos expandieron por el mundo las
nuevas reglas enraizadas en España. El cambio no fue menor: las partidas se
agilizaron y la popularidad del ajedrez creció aún más.
La historia
contiene otras paradojas. Curiosamente, el nuevo poder de la dama, de un
feminismo radical, alejó a las mujeres del juego. «La lentitud
original tenía sus ventajas», cuenta Mezquida. «Venía bien para los intereses
de las mujeres, que a su vez enseñaban a los niños. Y era una de las artes que
debían aprender antes del matrimonio. El ajedrez, que siempre se consideró un
juego intelectual, propiciaba además encuentros entre ambos sexos; era la
excusa para pasar el día entero alrededor del tablero». Con los cambios, «la
mujer dejó de jugar, el ajedrez se volvió más competitivo, más profesionalizado
y perdieron interés». «Prácticamente no se han vuelto a recuperar», asegura el
director de «La dama del ajedrez».
Política, sexo y religión
Las nuevas
reglas eran pocas, pero revolucionarias. De repente, el peón podía convertirse
en reina. Consideraciones políticas aparte, había unproblema de
transexualidad evidente que los italianos resolvieron llamando «peona»
al nivel más bajo de aquellos ejércitos monocromos. La denominación también
cambió para siempre de unos países a otros por motivos religiosos, explica
Mezquida. «En el mundo católico se llama dama y en el protestante, reina». Por
último, la posibilidad de coronar varios peones y tener más de una dama
conllevaba conflictos de aparente poligamia. «Era algo perverso y
por eso en España también se prefirió la palabra dama», añade el investigador.
Agustí Mezquida ha buscado el libro de Vicent por todo el mundo. Una de las
última esperanzas era la majestuosa biblioteca pública de Cleveland , en Estados Unidos, que en su día donó John G. White, un
importante abogado enamorado del ajedrez. «Apenas tenía familia y buscó
material por todo el mundo», cuenta el director del documental. «Lo compraba todo: cartas, artículos,
libros, piezas... Tenía una colección impresionante, con juegos del siglo XI,
que legó antes de morir. En la biblioteca, una planta entera está dedicada al
ajedrez. Llegamos con expectativas, pero nos garantizaron que no lo tenían,
aunque en los registros tenían constancia de su existencia».
Extraído
de:
http://www.abc.es/cine
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