Y volvió.
Pasaron muchos años pero nuevamente la vimos compartir un tablero con nosotros.
Habían pasado algún tiempo, pero nada hizo disminuir el afecto.
Fue asomarse a la entrada principal del teatro, y los brazos se abrieron de par en par para fundirse en un gigante y fraterno abrazo enmarcado con un..."que lindo que volviste Gabrielita!" que sonó tan espontáneo como sentido.
Y si, fue nuestra niña mimada, y a través de su empuje y su entusiasmo, se integraron a nuestro club su hermano, a la postre un joven muy inteligente que llegó a dar batalla a varios encumbrados ajedrecistas y su madre, quien se convirtiera en una columna de nuestro club durante toda su permanencia en él.
La mañana del sábado ya nos daba una alegría que no estaba esperada, Gabrielita había regresado.
Demás está decir que otra cosa que nos levanta el ánimo y fortalece nuestra labor, es la permanente integración de nuevas personas a este espacio sabatino y nuevamente volvió a darse con otra dama que se incorporó a nuestra barra.
Y si algo faltaba para que todo fuera completo, apareció un pequeño genio, que es bueno reconocerlo quizás ya lleve en si la semilla de otro club, porque forma parte de una familia que nos visita, que se integra muy afectuosamente pero tiene sus raíces en el templo del ajedrez montevideano.
No podíamos cerrar esta nota sin mostrar los primeros movimientos de quien sin duda dará que hablar muy pronto por todo lo que haga sobre el tablero.
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