Breve ensayo de por qué usted debería haber ido a Florida
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Por encima de la terminal, la luz brillaba con intensidad y de a poco nos iba sacando del letargo de la hora y media de viaje que separa Montevideo de la ciudad de Florida. Era domingo y habíamos salido de Tres Cruces a las ocho y cuarto de la mañana, entre despedidas fugaces y altoparlantes que chillaban y sacudían a los andenes somnolientos. Estábamos momentáneamente varados en una terminal que no conocíamos, a la espera de la llamada que nos daría las indicaciones de cómo llegar al club, así que aprovechamos esos minutos para investigar el terreno en el que habríamos de pasar las siguientes diez horas de ese domingo.
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Hasta el momento, lo único que conocíamos de la ciudad era la terminal y las calles estrechas y arboladas. Lo cierto es, digámoslo con toda franqueza, que tampoco tendríamos luego la oportunidad de ver mucho más de lo que vimos en esos primeros minutos de reconocimiento y tanteo –no porque Florida no pudiera ofrecérnoslo, sino porque nuestro viaje miniatura no lo preveía dentro de su itinerario. Luego de haber visto las posibilidades que se abrían ante nuestros ojos, nos arrepentimos de no haber sido más precavidos cuando repartimos nuestros tiempos en la ciudad, lo que habla a las claras y sin posibles interpretaciones equívocas de nuestros pésimos errores de cálculo, tanto dentro como fuera del tablero.
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Fachada del Centro Democrático Florida
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La llamada.
–Sí, Gonzalo, ¿cómo estás?
–Bien, ¿por dónde andás? –respondió Pérez.
–Ya estamos acá, en la terminal. Decinos cómo hacemos para llegar.
–Ah, bueno. Mirá, estoy yendo para allá con mi hijo, vos empezá a caminar para el lado del sol que nos vamos a encontrar.
–¿Cómo que para el lado del sol? ¡Dame una calle!
–Dale para el lado del sol que nos vamos a encontrar. Chau.
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–Sí, Gonzalo, ¿cómo estás?
–Bien, ¿por dónde andás? –respondió Pérez.
–Ya estamos acá, en la terminal. Decinos cómo hacemos para llegar.
–Ah, bueno. Mirá, estoy yendo para allá con mi hijo, vos empezá a caminar para el lado del sol que nos vamos a encontrar.
–¿Cómo que para el lado del sol? ¡Dame una calle!
–Dale para el lado del sol que nos vamos a encontrar. Chau.
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Esta conversación, aparentemente inocente, escondía en gran medida todo lo que nosotros, los de esta ciudad enloquecida que es Montevideo, desconocíamos de Florida y lo que quizás de forma inconsciente habíamos ido a buscar. Acostumbrados a coordenadas que incluyen el nombre de la calle, el de las dos esquinas, el de la puerta y hasta a veces el de la forma de la casa o del lugar al que vamos, tardamos algunos segundos en asimilar esa indicación que por un momento se nos había presentado vaga e incomprensible. Pero en cuanto levantamos la cabeza y empezamos a caminar hacia donde nos habían indicado (¿en dónde quedaba eso? ¿tal vez en Júpiter? ¿quizás dentro de un cráter iluminado de la luna?), nos dimos cuenta de que el sol estaba allí, justo arriba de una de las cuatro direcciones posibles que podíamos tomar, esperando, esperándonos.
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El club.
El Centro Democrático Florida está ubicado en el centro de la ciudad, exactamente en la calle… Bueno, ejem, la verdad es que no sabemos bien en dónde, pero le recomendamos que se contacte con Gonzalo Pérez para una información pormenorizada. Lo que sí podemos decirles, sin embargo, es que se trata de un club polideportivo que dispone de un salón principal que más que nada se parece a la sala de baile de un palacio real del siglo XVIII. De dimensiones, presentación y prolijidad sólo comparables en Uruguay a lo que ofrece el Club Español de Montevideo, la sala de juego podría haber albergado sin problemas a unos 120 ajedrecistas. Un magnífico pulpo de tela cuelga del techo y amenaza bañar con su tinta venenosa a los que osen posarse debajo de sus blancos y anaranjados tentáculos. Una senda perimetral está separada de la nave central del salón por un escalón, para permitir a los espectadores pasearse alrededor sin molestar a los competidores que se estrujan el cerebro. Finalmente, un escenario de tamaño teatro se eleva al fondo de la sala, con escalerillas a ambos lados y una tela blanca de fondo.
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El Centro Democrático Florida está ubicado en el centro de la ciudad, exactamente en la calle… Bueno, ejem, la verdad es que no sabemos bien en dónde, pero le recomendamos que se contacte con Gonzalo Pérez para una información pormenorizada. Lo que sí podemos decirles, sin embargo, es que se trata de un club polideportivo que dispone de un salón principal que más que nada se parece a la sala de baile de un palacio real del siglo XVIII. De dimensiones, presentación y prolijidad sólo comparables en Uruguay a lo que ofrece el Club Español de Montevideo, la sala de juego podría haber albergado sin problemas a unos 120 ajedrecistas. Un magnífico pulpo de tela cuelga del techo y amenaza bañar con su tinta venenosa a los que osen posarse debajo de sus blancos y anaranjados tentáculos. Una senda perimetral está separada de la nave central del salón por un escalón, para permitir a los espectadores pasearse alrededor sin molestar a los competidores que se estrujan el cerebro. Finalmente, un escenario de tamaño teatro se eleva al fondo de la sala, con escalerillas a ambos lados y una tela blanca de fondo.
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La sala de juego
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El torneo.
Inicialmente pactado a un suizo a 7 rondas, por la incomparecencia de los amigos de Las Piedras (lo que significó casi 20 jugadores menos) se decidió realizar uno a 5 rondas con 40 minutos por jugador en la categoría adultos. De la mano del Maestro Nacional y novel Árbitro FIDE José Riverol, el torneo avanzó con gran dinamismo y corrección, sólo interrumpiendo las acciones al momento de alimentar los estómagos de los ajedrecistas, que habían pagado junto con la inscripción el completo almuerzo que constó de hamburguesas al pan, agua mineral y helados de postre.
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Inicialmente pactado a un suizo a 7 rondas, por la incomparecencia de los amigos de Las Piedras (lo que significó casi 20 jugadores menos) se decidió realizar uno a 5 rondas con 40 minutos por jugador en la categoría adultos. De la mano del Maestro Nacional y novel Árbitro FIDE José Riverol, el torneo avanzó con gran dinamismo y corrección, sólo interrumpiendo las acciones al momento de alimentar los estómagos de los ajedrecistas, que habían pagado junto con la inscripción el completo almuerzo que constó de hamburguesas al pan, agua mineral y helados de postre.
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Miguel Llabrés y José Riverol
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Quien se impuso finalmente en la categoría adultos fue nuestro compañero proísta Federico Viñas, que ganó todas las partidas y se llevó el bonito trofeo de campeón.
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En la categoría de los jóvenes el ganador fue Matías Mazza.
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Premiados adultos
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Premiados adultos
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Campeón: Federico Viñas
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Vice-campeón: Gonzalo Pérez
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3º puesto: Alejandro Visillac
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4º puesto: Edmundo Infante
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5º puesto: Carlos Martínez
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6º puesto: Gianfranco Zas
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Premiados juveniles
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Campeón: Matías Mazza
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Vice-campeón: Agustín Melo
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3º puesto: Santiago Díaz
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4º puesto: Agustina Pagua
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5º puesto: Rodrigo Pérez
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6º puesto: Florencia Díaz
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7º puesto: Facundo Moreira
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Las figuras.
Mientras los demás jugaban y todo era silencio y fresco calor, en una esquina, sentada en el piso, Cristina agarraba a los jugadores que iban terminando sus partidas y les preguntaba sistemáticamente: “¿Querés que te dibuje?”. Algunos accedían, otros no querían ver lo que no les gustaba, porque Cristina sólo retrataba de perfil, lo cual, ya lo sabemos, puede ser muy perjudicial para los rostros desfavorecidos por la madre naturaleza.
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Mientras los demás jugaban y todo era silencio y fresco calor, en una esquina, sentada en el piso, Cristina agarraba a los jugadores que iban terminando sus partidas y les preguntaba sistemáticamente: “¿Querés que te dibuje?”. Algunos accedían, otros no querían ver lo que no les gustaba, porque Cristina sólo retrataba de perfil, lo cual, ya lo sabemos, puede ser muy perjudicial para los rostros desfavorecidos por la madre naturaleza.
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Autodidacta, empezó a dibujar caras desde que era niña, y hasta el día de hoy, con 54 años, sigue haciéndolo. Tiene retratadas más de 400 caras, la mayoría de ellas de perfil y sólo algunas de frente, porque “es más difícil captar la expresión de los ojos y de toda la expresión en general”, dice mientras mira alternadamente el papel y el rostro que está dibujando.
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¿Te gustó como quedaste, Carlitos?
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Cristina demora 5 minutos en cada perfil que construye, y a medida que lo va haciendo, corrobora con el retratado que las primeras líneas de la cara hayan sido bien hechas. Pero no sólo dibuja caras que ve en vivo, sino que tiene varios dibujos de personalidades famosas como John Travolta, dibujado hace 30 años cuando recién comenzaba a actuar en sus primeras películas.
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John Travolta por Cristina Abelenda
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Por otro lado, está Gonzalo Pérez, grande, nervioso, simpático. Hizo todos los preparativos del torneo, cocinó el almuerzo, jugó el campeonato y salió segundo. Caminando de un lado para el otro, nunca dejó de cuidar los detalles de la organización, preocupado tanto por los jugadores que todavía no habían venido como por los que lo esperaban en la terminal y estaban perdidos.
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Salió un torneo impresionante, a pesar de los pocos jugadores que se le animaron a Florida. Lo felicitamos por su tenacidad y el empeño que le puso al evento para que saliera lo mejor posible y lo alentamos a que siga organizando torneos porque desde aquí, al menos, lo seguiremos apoyando.
Los jóvenes en acción
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Cuando ya todo había acabado y el sol bañaba de dorado las calles floridenses, decidimos sentarnos en un banco cercano a la plaza para comer unos bizcochos y matar la media hora que faltaba para la salida del ómnibus de regreso a Montevideo. Para nuestra sorpresa, pudimos comprobar que las calles eufóricas servían de pasarela a incontables jóvenes que se dirigían raudos a la plaza promisoria, vestidos como si fuera sábado de noche. Nuestros ojos –más allá de la gran cantidad de muchachas muy estéticamente respetables que nos pasaron por delante– no entendían demasiado ese movimiento de gente alegre y animada en un domingo de tarde, cuando se suponía que todos debíamos estar tristes y refunfuñando porque se terminaba la semana y ya venía el lunes. Subimos al ómnibus de regreso con la sensación de estar haciendo algo que no queríamos.
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Rodrigo medita mientras Edmundo juega..
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Agustín Melo
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Agustina y Florencia: las únicas damas que participaron
¡Excelente nota y fotografías!
ResponderEliminarMis felicitaciones a todo el Grupo de Ajedrez La Proa por la labor desarrollada en estas páginas.
Este blog amigo es una ventana al mundo exterior en el que vemos el dedicado trabajo que vienen realizando desde hace tiempo.
Abrazos, Julio