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Ante el deceso del CM Jorge Cao

Por Mauro Barboza

El 11 de Setiembre falleció a los 72 años el CM Jorge Cao, experiente jugador, varias veces finalista del Campeonato Uruguayo de Ajedrez; la última de ellas en 2013, a los 67 años, en una destacada actuación.
Jorge Cao en un torneo en el Hotel Amsterdam en 2017, en el que se clasificó vicecampeón. Fotos cortesía de Ruben Delbono
Al año siguiente se consagró Campeón Uruguayo Sénior absoluto, en ambas categorías, +50 y +65. Hace pocos meses nos habló de sus expectativas de tomar parte de su cuarto mundial de la categoría, algo que lamentablemente no pudo cumplir, pero que nos habla de su espíritu y de la forma como se refugió en el ajedrez, sabiéndose ya gravemente enfermo.

Se había formado en el legendario Circulo Universitario de Ajedrez, en la década del 60, un recordado club, no sólo por su actividad, sino también, y sobre todo, por constituirse en un centro social por el cual pasaban todos los ajedrecistas destacados de la época, además de los socios y habitués, una caterva de jóvenes alegres y desprejuiciados entre los cuales se contaba.

Llegó como muchos de nosotros, a jugar un interliceal, y se quedó para siempre, atrapado por el noble juego ciencia.   Entusiasta jugador, fue un gran animador de innumerables torneos en todo el país y también en el exterior. En 2016 participó en el Mundial Sénior en Marianske Lazne, actual Chequia, la antigua Marienbad alemana. En un duro torneo, con más de sesenta jugadores titulados, obtuvo el 50 % de los puntos disputados, una buena actuación.
Jorge Cao y al fondo, en línea recta con él, el autor de este artículo
Formó allí parte de un grupo de jugadores sudamericanos, junto a los maestros Christian Montero, de Chile, Martín Daneri, de Argentina y quien escribe,  con quienes compartimos gratas horas de camaradería y estudio, e inclusive una excursión en auto a Carlsbad, en la frontera con Alemania, que fuera sede de algunos de los torneos más recordados de la historia del ajedrez.

Estudioso, serio, era sumamente puntilloso a la hora de sentarse a jugar. Todos recordarán sus estentóreos reclamos: “¡silencio por favor!” ya que en este rubro era un fundamentalista, no admitía ni un rumor en la sala de juego. Técnico, estudioso, se declaraba un jugador “posicional, de ataque”, una muy acertada auto definición.

Buen amigo, caballeresco, culto, se hizo respetar y querer, y como prueba de ello estuvo rodeado en su última hora por sus cuatro hijos, demás familiares y amigos y compañeros del ajedrez de toda la vida. Sin duda será recordado y extrañado en el ambiente del ajedrez, sobre todo por quienes fuimos sus íntimos.

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