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miércoles, 19 de agosto de 2015

“Kasparov me ofreció tablas y le gané” Pablo Zarnicki - Campeón Mundial Juvenil

Pablo Zarnicki fue el tercer campeón mundial juvenil de ajedrez que tuvo la Argentina, título que logró jugando de local, en 1992. Además, obtuvo el título mundial sub-26 por equipos en dos ocasiones: en Brasil, en 1993, y en el Chaco, en 1997. Hoy repasa su trayectoria, mientras busca terminar su autobiografía, en la que trabaja hace un año y medio.
¿Cómo empezaste?
Fue muy típico: a los cinco años me enganché desde el disfrute y fui al club Torre Blanca, en Almagro, mi hogar en el ajedrez. Jugaba todo el tiempo, volvía del colegio, iba a la plaza a jugar y después al club, con un amor total por el juego.
¿Complementabas con otro deporte?
Jugaba al fútbol, pero como divertimento, si bien es importante que un ajedrecista haga actividad física.
¿Cómo fue tu evolución hasta llegar al mundial juvenil?
Yo competía con rivales mayores, sin estudiar mucho aún, después sumé la teoría. Tenía un gen competitivo, hoy eso cambió. Mi relación no es de competencia sino de amor con el juego. Yo al ajedrez le tengo un respeto sublime. Fui pasando por categorías infantiles, cadetes y juveniles y avanzando a nivel nacional y sudamericano.
¿Y la experiencia del 92?
Clasifiqué por ranking. Hacía un año que estaba en Barcelona. Llegué a la última partida empatado con Milov, un ruso. Ya nos habíamos cruzado, y si terminábamos empatados, por el sistema el campeón era yo. Mi rival en esa última ronda era un serbio, número uno del ranking, que me tenía que ganar y esperar que Milov no ganara. Pude ganar y se me dio.
El título mundial puso a Zarnicki en la primera plana de los diarios. En medio del torneo, además, se dio un gusto: jugar con el entonces campeón mundial Garry Kasparov y vencerlo. “El Mundial era en el Ministerio de Educación, y a dos cuadras está el Club Argentino.
Kasparov llegó en pleno mundial y fue a jugar unas partidas rápidas a cinco minutos. Fuimos varios juveniles del mundial y lo enfrenté. La partida era pareja, el que arriesgaba mucho podía perder. Él me ofreció tablas y en vez de aceptar salí jugando. Muy caradura lo mío, hoy no lo haría. Le gané por tiempo, se le agotó el reloj. No le gustó nada. A los que siguieron les ganó en un minuto a cada uno. Por esos gestos es que el tipo es un grande que trasciende el juego.”
 ¿Karpov o Kasparov?
Son dos gigantes. Yo siempre fui más fan de Karpov. Son los más grandes junto a Fischer. Kasparov es más dinámico y Karpov más posicional, pero eso es relativo, porque los dos son versátiles.
Con Karpov, Zarnicki vivió la anécdota que más lo enorgullece: “En 2003, fui a la República Dominicana con mi mujer y mi hija recién nacida. Había un torneo y pude negociar la estadía por unos días más. Amigos en común me presentaron a Karpov, que se quedaba para entrenar. Iba a jugar con Kasparov en Nueva York. Me ofreció hacerle compañía. Yo no lo podía creer”.
¿Pasaron esos días jugando?
Sí, como divertimento. Jugamos como 500 partidas. Yo le habré ganado el 30 por ciento. Le ofrecí entrenarlo para el match y un poco lo orienté, pero no fue nada formal, apenas actualizando conceptos sobre el juego de Kasparov. Fue y le ganó el match, nunca había podido vencerlo, y eso que Kasparov había arrancado mejor. No ganó por mí, al otro se le escapó, pero creo que esas horas de práctica juntos le sirvieron.
¿El jugador de ajedrez tiene un coeficiente intelectual alto?
Hay jugadores de nivel muy alto. El juego en sí permite desarrollar la mente, reduce las chances de Alzheimer, mejora el rendimiento escolar, incluso laboral. A mí me gustaría que hubiera un centro de alto rendimiento para el ajedrez.
¿Cómo es tu vida hoy?
Juego al póker, una actividad a la que se pasaron muchos ajedrecistas, y estudio periodismo. Además, hace un año y medio me puse a escribir mi autobiografía. Sin cosas técnicas, simplemente contando mi carrera.
¿Cómo es tu vínculo hoy con el juego?
Juego para divertirme, como profesional no compito desde hace cinco años. Si quisiera jugar de vuelta a ese nivel tendría que entrenarme muchísimo, y no volver por volver así nomás. Yo no puedo permitirme faltarle el respeto al ajedrez.
Nota extraida de: http://www.diarioz.com.ar/

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