O eso pensaron, porque según contaba «The Washington Post» en 2012, haciéndose eco del libro «The Signal and the Noise» («La señal y el ruido»), de Nate Silver, un fallo técnico sufrido por Deep Blue, y no su potencia de cálculo, pudo ser la causa de que la computadora ganara a Kasparov en su duelo de revancha de 1997.
Al parecer, el software hizo un mal movimiento al azar y sin sentido como consecuencia de un error de programación, lo que desconcertó tanto a Kasparov, que comenzó a dudar de sus posibilidades y pensar que la máquina era más «inteligente» de lo que él había supuesto. Según el ingeniero Murray Campbell, uno de los responsables del desarrollo de Deep Blue, este «farol» no intencionado hizo que el jugador ruso cambiara la imagen de su rival, haciéndole perder la partida siguiente, consiguiese tres tablas más tarde y finalmente sufriese una derrota en la sexta partida. Sea como fuere, una maquina había vencido a la inteligencia humana.
100 millones de jugadas por segundo
Este fue el segundo enfrentamiento. El primero se produjo un año antes contra un Deep Blue de 256 procesadores capaz de calcular 100 millones de jugadas por segundo, una capacidad imposible para cualquier ser humano, por muy inteligente que sea. Y, aun así, no fue capaz de derrotar al ajedrecista ruso, que se impuso sobre la computadora con un resultado final de 4-2. «Kasparov gana en nombre de la especie humana», decían aliviados los periódicos estadounidenses.
Al año siguiente, sin conocer el supuesto fallo descubierto en 2012, las cosas fueron muy diferentes, para sorpresa de todos. Deep Blue, cuya primera partida comenzó el 3 de mayo de 1997, arrasó al campeón del mundo en la última de las seis que habían jugado. El resultado final fue de 3,5 a 2,5. «El estupor fue general. Público, aficionados, maestros y seguidores de la partida a través de internet, en todo el mundo, no podían dar crédito a lo que estaba pasando en la sexta partida del encuentro entre la máquina y el hombre», contaba ABC.
La inteligencia artificial desafiaba y se imponía a la inteligencia natural, gracias a una base de datos que contenía un millón de partidas almacenadas y al trabajo de una legión de los mejores científicos, ajedrecistas y teóricos de las últimas décadas, que hacían posible que la máquina fuera capaz de calcular 200 millones de jugadas por segundo. «Más que Kasparov en toda su vida», aseguraba ABC. Eso quiere decir 50 millones de posiciones en tres minutos, que es el tiempo medio que un jugador utiliza para decidir un movimiento.
«El ordenador todavía no ha demostrado nada. Si hubiéramos jugado una auténtica partida de competición puedo asegurar que hubiera dado buena cuenta de Deep Blue», insistió un Kasparov que parecía no haber aceptado de buen grado su derrota, a pesar de haberse embolsado con el reto 400.000 dólares, por los 700.000 que fueron a parar a los creadores de la computadora.
Derrota sorprendente
La prensa, sin embargo, habló de «humillación», «derrota sorprendente», «dominio táctico del ordenador» en este segundo enfrentamiento, mientras Kasparov no quedaba callado antes las forma de actuar de IBM tras la partida, asegurando que Deep Blue había sido desmantelada rápidamente para no aceptar la revancha que él pedía. También alegó que no se le entregó al jugador el informe detallado que había pedido del segundo juego, en que había sido derrotado, asegurando que se había hecho trampa durante el la partida.
El caso es que, en aquella ocasión, 32 nodos, 512 procesadores, 16 procesadores específicos de ajedrez y dos superchips supervisores fueron demasiado para uno de los cerebros más privilegiados que haya dado el ajedrez.
«Es natural que los ajedrecistas piensen que la aptitud para el ajedrez es sinónimo de gran inteligencia e incluso genialidad. Desgraciadamente, hay pocas pruebas que avalen esta teoría», declaró en 2007 el «genio de Baku», defensor del pensamiento humano por su capacidad de «combinar creatividad y cálculo, arte y ciencia», a diferencia de las máquinas.
Nota extraida de: http://www.abc.es/
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