La Gran Dama del ajedrez, la húngara Judit Polgar, dejo la competición hace casi un año (agosto 2014), a la edad de 38 años.
Única mujer que ha estado entre los diez primeros del mundo, es probable que se despida este martes desde un podio porque Hungría se juega una medalla frente a Ucrania en la última ronda de la Olimpiada de Tromso (Noruega).
Concentrada con sus compañeros en la preparación de las partidas decisivas, Polgar ha confirmado la noticia, desvelada por The Times, pero no ha querido hacer comentarios. Sin embargo, es seguro que continuará trabajando con su fundación para difundir la gran utilidad pedagógica del ajedrez. En 2012 ayudó a convencer a 415 eurodiputados para que el Parlamento Europeo decidiera recomendar la introducción masiva del ajedrez como asignatura obligatoria en los colegios de la Unión Europea. Y después convenció al Gobierno húngaro para introducirlo en sus escuelas, aunque de momento como materia optativa.
Su biografía empieza mucho antes de naciera. Sus padres, Clara y Lazslo, ambos pedagogos, sostenían que los genios no nacen, sino que se hacen; también coincidían en que los sistemas educativos al uso eran manifiestamente mejorables y que existía una clara discriminación de la mujer desde la infancia; además, eran aficionados al ajedrez. La naturaleza deparó que el fruto de su matrimonio fuera exclusivamente femenino, así que decidieron llevar la teoría a la práctica: sus tres hijas no irían nunca al colegio, "porque eso sería perder el tiempo", excepto para los exámenes; iban a ser educadas en casa por ellos mismos, con el ajedrez como asignatura importante. Una parte de su método consistía en que Lazslo se encerraba en una habitación con Susan, la hija mayor, lo que provocaba celos positivos en las pequeñas: "Si queréis entrar ahí, tenéis que aprender a jugar al ajedrez", les decía Clara.
Para minimizar el riesgo de que las tres niñas fueran insociables, los Polgar abrieron las puertas de su casa de par en par a los ajedrecistas de la ciudad, que acudían a menudo para jugar con sus hijas. Esa actitud fue tal vez decisiva para que el experimento fuera positivo. Años después, cuando las tres húngaras saltaron a la fama, podían dar la imagen de ser tres monstruitos cuya única destreza era visible en un tablero de 64 casillas. Pero, al conocerlas, la realidad no era así: las tres parecían totalmente normales, amables, sonrientes, bromistas y más bien extravertidas. "También podían haber sido genios de la música o las matemáticas, pero elegimos el ajedrez porque es una amalgama perfecta de arte, ciencia y deporte", explicaba Lazslo.
La revolución de las hermanas Polgar comenzó en la Olimpiada de ajedrez de Salónica (Grecia), en 1988. Las tres hermanas (de 19, 14 y 12 años) e Ildiko Madl destronaron a las soviéticas, invencibles hasta entonces. La hazaña se repitió en la siguiente Olimpiada (Novi Sad, Yugoslavia, 1990) pero lo insólito no terminó ahí. Pronto se supo que la familia Polgar no deseaba participar en competiciones femeninas "porque sólo se aprende jugando contra hombres", y que habían disputado esas dos Olimpiadas bajo presiones del gobierno húngaro. El argumento del honor nacional y la promesa de un apoyo económico les llevaron a aceptar pero, tras ganar las dos medallas de oro, decidieron no participar nunca más en Olimpiadas femeninas.
Eso causó un serio conflicto ante la siguiente (Manila, 1992): a pesar de proclamarse campeona absoluta de Hungría en 1991 -uno de los mayores éxitos logrados por una mujer-, Judit fue seleccionada en calidad de suplente de la selección masculina; y a pesar de terminar cuarta en ese mismo Campeonato de Hungría, Susan ni siquiera fue convocada. Poco después, Sofía decidió que no quería ser jugadora profesional.
Pero los éxitos de Judit eran demasiado impresionantes. Logró el título de gran maestro absoluto a los 15 años, dos meses más joven que Bobby Fischer. Su triunfo en Madrid 1994 fue el mejor resultado de una mujer en la historia hasta ese momento, superado después por la china Yifan Hou en Gibraltar 2012.
La lista de sus víctimas ilustres (en partidas lentas o rápidas) creció tanto que llegó a incluir nueve campeones del mundo: Kárpov, Kaspárov, Spasski, Smyslov, Topálov, Anand, Ponomáriov, Jálifman y Kasimyánov. Su cumbre fue el 8º puesto en la lista mundial del 1 de enero de 2004, aunque también fue impresionante que lograse el 4º puesto en Wijk aan Zee (Holanda) frente a los mejores del mundo poco después de ser madre por primera vez. A partir de ahí, y sobre todo del nacimiento de su segundo hijo, su prioridad ya no era ganar torneos.
Dos de sus anécdotas más famosas son con Kaspárov en Linares. En 1994, Judit Polgar se lo encontró en el baño de señoras porque el ruso, acostumbrado a que el torneo había sido netamente masculino los años anteriores, lo utilizaba igual que el de caballeros. Ese mismo año, en la quinta ronda, un vídeo demostró dos días después que Kaspárov había hecho una jugada ilegal contra Judit para ganar la partida.
Además de sus grandiosos éxitos deportivos, Judit siempre ha sido un modelo de comportamiento y buena imagen, a pesar de que ser una reina rodeada de reyes la ha hecho sufrir no pocas presiones. Por eso es, y todo indica que lo seguirá siendo durante mucho tiempo, la Gran Dama de la historia del ajedrez.
Nota extraída de: http://deportes.elpais.com/
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