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La Proa en su visita a la Academia (III)

El más grande jugador del club, sacó el número premiado:  fue quien tuvo enfrente a la única dama del club oponente.
La bella sanducera Anaclara Costa, desde hace ya un buen tiempo participa con notoria frecuencia en los torneos organizados por José Riverol y esta vez hasta se puso la "camiseta" de esta institución para formar parte de su equipo. Carlitos es esta ocasión y por más que se lo conoce como un gran tipo, faltó a la caballerosidad y ni dejó que la dama acariciara la posibilidad de llevarse el punto en disputa.



Cosas raras si las hay, es ver a Albertico con rostro serio. Pueden venir tormentas copiosas, vientos huracanados, el tablero puede vaticinarle la más dura de sus partidas, y sin embargo la sonrisa siempre está pegada en su rostro como un tatuaje hecho a perpetuidad. Quizás quiso que Ismael Rodríguez se desconcertara con esta postura, pero el "cerrense" jamás perdió la calma y conquistó el punto para su barra.


Fue la partida que definió la victoria. Si el ingeniero proísta caía a manos de Visillac, el match terminaba 10 a 10. Terminó cuando ya se escuchaba destapar los refrescos y el rico olor a salsa invadía el salón de juego.
Final parejo como el que más, pero que Alejandro debía ganar para empatar,y así luchó, dejando todo su saber en el tablero y esperando  que Javier le ganara el apetito y terminara la partida inclinando su rey.
Al final se notó que Marrero había merendado tarde, porque sin apuro ninguno jugó hasta que el empate resultó inevitable.


Que lindo ver a Manuelito convirtiéndose poco a poco en un serio adolescente y dejando atrás a ese niño que cobijamos durante años.
Formó parte de la histórica formación proísta, y dejó todo para que en su casilla figurara el cero.
Una partida muy digna, quedando con pieza de menos, luchó como él sabe hacerlo y mandó a un peoncito suyo a hacerle dificil la victoria a su oponente poniéndose en la´septima fila.
Diego Peláez quien cuenta con 300 puntos más de elo que nuestro joven defensor, tuvo que repetir jugadas y compartir la unidad en disputa porque los caminos a la victoria se le habían cerrado por completo.

Bonilla y Tabárez en una partida que los identificó por completo. El primero sobrio, sereno, seguro, medido en cada movimiento. El defensor de La Proa, audaz, intrépido, arriesgado, porque no decirlo, fiel al estílo más romántico del ajedrez.
Entregar pieza para hacer salir el rey, transforma a las partidas en algo muy interesante, y así se dio ésta.
Si el ataque fracasa, luego la ventaja de material se vuelve insoportable. Esta vez, la mesura venció a la audacia.
El apretón de manos sano, la sonrisa fraterna augura una lucha entre dos respetados contendientes.
Un sacrificio de alfil sobre el enroque en un golpe táctico abrió la posición, hubo que calcular mucho para que ese ataque diera frutos.
El  tiempo hizo lo suyo y la repetición de jugadas marcó un empate que se cerró con la misma sonrisa y con el mismo apretón de manos con que se inició la partida.



Queda aún un poco más, esto continuará....

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