Mientras la sala está en silencio, el reproductor de música que espera a su dueño al lado de un juego de llaves y una billetera se limita a imitar la ausencia de sonido.
Mientras lo único que se respira es ajedrez y calma, dos muletas se apoyan en una mesa y observan ellas también el juego, como dos jirafas.
Mientras el cerebro piensa, la cara se arruga. Cuando el que juega es el otro, los ojos se permiten una miradita.
El campeonato termina; La Proa toma impulso para lo que viene.
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