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domingo, 11 de abril de 2010

Eran espectros


Andrés Rodríguez juega rápido. Martín Crosa, también. Bernardo Roselli, en cambio, ya tiene veinte minutos menos en el reloj. Manuel Larrea clava el codo en la mesa y apoya la cara contra la mano. Camila Colombo, como siempre, sonríe, aunque esté jugando. Álvaro Guerrero se esconde de algo, y hace una visera con los dedos, que le tapan toda la cara. Nahuel González ha usado casi media hora para los primeros seis o siete movimientos; mientras juega tiene la cara roja y la expresión áspera, casi como enojada.


 Marcel Blanchard, director conjunto del torneo, está nervioso. Dice que no, pero está.  Luego de haber hecho la presentación inicial, se prepara para contestar las preguntas de una periodista de canal 4. Al final termina siendo la pregunta, porque es sólo una (y otra a Matías Michailov), y la transmisión del 4 dura menos de un minuto y medio. Pero al menos dura.


La Torre Ejecutiva da a la cosa un aire de formalidad, y genera una sensación de impenetrabilidad –paradoja: algunos ventanales son casi tan grandes como la sala de juego–, a pesar de esa transparencia que calcina. Ahí está el misterio: parece que todo se ve. Parece que nos están mostrando todo. Pero detrás del vidrio, más allá de las muecas concentradas y a veces sobreactuadas ante la presencia cercana de un espectador, se esconden honduras tercas, respuestas a preguntas jamás hechas, y ahí no hay transparencia que valga.

El único Gran Maestro uruguayo de la historia, además de jugar rápido, vino acompañado de sus hijos, que a diferencia de él viven en Montevideo. Andrés Rodríguez charla con ellos antes que empiece todo, luego sale de la sala para volver a charlar con ellos mientras adentro juega con Rafael Muniz, que no se ha movido de su asiento y carbura sus variantes contra la Bird del maestro. Más tarde, este entregará la dama. Y todavía más tarde, terminará ganando. Después de varios años de no jugar en Uruguay, Andrés Rodríguez puso primera.

El otro espectro del torneo, ahora materializado en la figura de Martín Crosa, se pierde en el fondo blanco de la pared. Fue campeón uruguayo en 2003, cuando tenía 23 años, y muchos hablan de talento cuando hablan de Crosa. Ahora la realidad lo vuelve a enfrentar con un uruguayo renovado, en buena medida por lo que su presencia significa. Por el momento, igual que Andrés Rodríguez, en la primera ronda entregó la dama, y ganó.           

1 comentario:

  1. !!! que torneo !!!.

    Muy buena la cobertura que le hacen, no me pierdo de nada.

    Buenas las fotos, buenos los comentarios...

    Excelente página

    Gracias

    Mario Salles

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