La ronda inaugural del cuarto abierto en imágenes

La palabra del AI Rúben Hipogrosso, con reglamento en mano dando a entender bien claramente las reglas que marcarán justicia en el transcurso de esta nueva edición del abierto proísta.

Los jugadores ya sentados en sus respectivos asientos escuchan atentamente la correcta locución del barbado y severo juez. El hombre que maneja los números del Grupo del barquito, con manos en bolsillo no pierde ni un vocablo del inicial discurso.

Una toma un poco más aérea de la misma situación. En ésta, el reglamento ya fue dejado por quien tiene la palabra, pues ahora precisa de sus manos libres: explica con exquisita minuciosidad la forma en que dos participantes carentes del sentido del oído, se manifiestan al solicitar las tablas.

Como todas las primeras fechas ésta no fue la excepción, y obviamente demoró en comenzar. Los fanáticos del ajedrez no podían esperar al pitazo inicial para comenzar la brega y presurosos pusieron a trabajar su mente frente a un tablero.Dos pensaban, varios emitían opinión...

Pero no todos calculaban desde temprano variantes, algunos comentaban el reciente torneo obtenido por el rubio bancario en la ciudad mercedaria, o las primeras clases del futuro ingeniero proísta

La noche trancurria lenta y parsimoniosa en nuestra capitalina ciudad, quien transitaba por sus calles queriendo regresar a sus hogares apretaba el paso urgidos por el enorme frío que nos visitaba en la gélida noche del jueves, la lluvía que poco a poco se quería hacer fuerte e impiadosa, no hacía más que hacer soñar a los transeúntes en un fuego prendido, un comida caliente o una cama abrigada.

Más los que se sienten atraídos por la loca pasión ajedrecista, muchas veces quedan por fuera de la realidad mundana que a los seres normales los visita con minuciosa cotidianeidad. La foto es fiel testigo de que aquellos son presos de una pasión inexplicable que los hace vencer el frio y el sueño, postergar el regreso a sus hogares, y calentar sus cuerpos con la pasíón que su locura les provee.

Así se los veía: presos de su locura, felices de su encierro, lejos de la realidad, dentro de su mundo.