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El ajedrez y la política: ¡Vidalín al ataque!

Por Carlos Martínez (desde Durazno)

Todos los fines de semana nos reunimos para disputar partidas amistosas de ajedrez, preferiblemente los sábados, en los cuales convocamos a todos los ajedrecistas o amantes del juego a acercarse a la Biblioteca Municipal y pasar un buen rato entre tableros.

En plena vereda, Vidalín de negras frente a Carlos Martínez

Lo cierto es que este año en Durazno se empezó a promocionar el juego con firmeza en todas partes. Con la ayuda de la Biblioteca Municipal y la Oficina de la Juventud, se han llevado a cabo varios torneos con decenas de ajedrecistas. Hacía años que muchos de ellos no contaban con la oportunidad de poner a prueba su talento o por lo menos de divertirse por un rato. Pero el pasado sábado 26 de septiembre, durante unos de los torneos Sub-15 que organizamos aquí, fuimos visitados por el actual intendente de nuestro departamento y precandidato del Partido Nacional, Carmelo Vidalín, que con su atrayente energía e ímpetu se propuso jugar una partida conmigo –la cual resulto ser verdaderamente interesante. Ambos contendimos de manera enérgica.

Como en los años románticos y al mejor estilo de Anderssen, después de entregar un caballo, un peón llega a la penúltima línea apoyado por el otro equino para dar mate al rey acorralado en g8. La partida nos llevó varios minutos y atrajo a varios transeúntes que pasaban por allí, dando garantía de la promoción del juego, en tanto fotógrafos y cámaras tomaban notas de la gran lucha que se desenvolvía en el tablero, dentro de un clima de total cortesía que fue premiado con la atención de los medios de comunicación que cubrieron el evento y lo hicieron llegar a la sociedad toda.

Lo bueno de esto es que en Durazno el ajedrez dice presente y seguiremos trabajando para hacerlo mas popular y al alcance de todos.

P.D.: terminé ganando la partida, aunque después de sortear varias celadas y amenazas por parte del intendente, quien seguro que en su juventud “algo debe haber leído”.

***

Hace ya un par de meses, habíamos visto en el blog de la FEDUA (Federación Duraznense de Ajedrez) una curiosa y reconfortante crónica en la cual el intendente del departamento disputaba una partida -en plena vereda y absolutamente concentrado- con un muchacho que hasta ese momento no conocíamos, del cual sólo sabíamos que se llamaba Carlos Martínez y tenía la inusual habilidad de atraer a los políticos a las veredas para jugar al ajedrez.

Dos semanas atrás, en el deslumbrante torneo activo jugado en la ciudad de Florida, lo conocimos personalmente, charlamos con él, percibimos su entusiasmo por hacer germinar el ajedrez en su departamento y quedamos virtualmente en contacto.

Fue entonces que revisitamos esa nota escrita en su blog, describiendo el encuentro con el intendente. Le pedimos que nos enviara un relato un poco más extenso y detallado del que había hecho, el cual recibimos sin demoras.

Mucho más allá de la figura política y el símbolo de poder que -en mayor o menor medida- representa Vidalín, lo que vimos en esa partida entre un intendente y un aficionado de ajedrez fue un deseo largamente acunado volverse realidad, sólo por unos minutos: el ajedrez tomado en cuenta, arrancado de las raíces de la ignorancia, violentado en el centro mismo de su invisibilidad, desterrado de su núcleo compacto y exclusivo, en fin... recordado. Hacía treinta años que Vidalín no jugaba al ajedrez. Una tarde o una mañana de setiembre, tal vez cruzó la plaza, leyó de pasada el diario que no había podido hojear en su ajetreada mañana, saludó a los vecinos con cordialidad, vio de casualidad a unos muchachos jugando al ajedrez y el bichito picó de nuevo. Se acercó lentamente (algo de suspicacia, algo de desconfianza, algo de nostalgia) y vio las sonrisas de los muchachos mientras movían las piezas. Entonces lo descubrieron y lo invitaron a jugar. Se sentó, se puso la capa del tiempo para excusar su precariedad técnica, jugó, se acordó, se olvidó, contó, agradeció y se marchó. El torneo Sub-15 que se estaba jugando hasta su interrupción, entonces continuó.

Pero, ¿qué fue eso si no la aparición fantasmal de un ajedrez que sólo conocemos en sueños y en libros, en relatos y en idealizaciones? ¿Qué si no la vana promesa de un ajedrez que revive, que crece, que se expande, que llega a todos lados? Vidalín salió de la inmensidad duraznense y a ella volvió en cuanto terminó la partida. A esa inmensidad que nada de ajedrez conoce, que todo de ajedrez ignora. Una inmensidad en la que el ajedrez nunca estuvo sumido, nunca considerado, siempre estúpidamente admirado.

Ahora esperemos que los Sanguinetti, los Lacalle y los Vásquez, incluso el mismo Vidalín, empiecen a frecuentar las veredas pobladas de tableros de ajedrez, las personas pobladas de ajedrez. Cuando escuelas y liceos se paralicen porque Martín Izquierdo o Jimena Mignaco o Gabriel Kimelman o Mateo Arcos está jugando la partida decisiva por el título mundial en una ciudad perdida de India y lo único que se puede hacer es seguir la partida por internet, en una pantalla gigante colgada del patio, entonces habremos conseguido algo. Por el momento, sigamos buscando.

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