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Segunda parte de la crónica de Marcel Blanchard


Moscú, Setiembre 2008.

Unas impresiones sobre la lucha en la Plaza Roja de Moscú en el Torneo Categoría XX y el torneo de cierre de Blitz en memoria de Mijail Tal.

Gelfand- Se defiende con la Najdorf de la Siciliana. Carlsen inmediatamente responde con la variante Adams que jugaba en su tiempo Fischer. Me concentro en la partida que se desarrolla ahí a centímetros. Me interesa mucho ver cómo Carlsen despliega el ataque en el medio juego. Gelfand se defiende, se defiende, se defiende. Me inclino como de casualidad pues quiero ver cómo ve Gelfand. Le miro desde atrás, de perfil, veo el rostro del adolescente noruego y las fichas deformadas a través de los gruesos vidrios de sus lentes de marca. Se suceden los segundos. Me concentro en al partida pero no puedo dejar de mirar las manos de Gelfand que juguetean con la reina. Carlsen inmutable, Gelfand mueve como un genio loco, moviendo las piezas con velocidad y golpeándolas sobre el tablero, pero sin desdén, tan sólo como un genio loco. Me resulta atractivo que los papeles parecen cambiados, pues salvando las distancias, en general son los adolescentes quienes mueven las piezas con desdén y aprietan el reloj fuerte como queriendo asustar. Claro que Gelfand no es ya adolescente y no lo hace por efectismo tonto. Simplemente juega así. El bielorruso-israelí retuerce el labio superior en el inferior. Me resulta agradable. Parece un buen tipo. Al final frena el ataque de Carlsen. Pero queda con un peón de menos. Da igual. Alfil y caballo de cada lado. ¿”Draw”?, pregunta Gelfand en un tono muy bajo y grave. Carlsen le hace un gesto simpático como diciendo....”aún no puedo”...unos segundos más y Carlsen le estrecha la mano.


Morozievich- De Morozievich han dicho varios, entre ellos Karpov, Kramnik y Polgar que es un genio. Que puede derrotar a cualquiera de los jugadores más fuertes del mundo actual. Solamente que su estilo arriesgado y heterodoxo le lleva a resultados desparejos. Es excéntrico, como su juego. El año pasado en Moscú editó un libro en ruso sobre la defensa Chigorin con la cual ha experimentado mucho en la práctica al más alto nivel. En el presente 2008, en Sarajevo, su victoria le llevó al segundo lugar en la lista mundial de ELO después de Anand. Llegó a jugar el sábado de traje. Es más bajo de lo que imaginaba. Las fotos y la pantalla muchas veces distorsionan. Se sienta у espera a su adversario. Desprende una energía concentrada de sus ojos separados y eslavos. Mira fijo a un punto en el aire. Le veo jugar con Grishuk, con Kamski, con Ponomariov y con Kramnik. En todos los casos juega distintas aperturas. Todas las partidas de él son luchas tremendas. El total de partidas del torneo de blitz son 34. Justo las 4 que le sigo de cerca le veo perder. Hace un gesto extraño al extender la mano. Es un preferido del público en todos los lugares donde juega. Con él y sus partidas hay emoción asegurada


Carlsen- Llega con su padre, un noruego muy alto y correcto. Todos los rusos miran a Magnus con gran simpatía. Con esa mezcla de respeto, agrado y temor que se tiene en Rusia por los extranjeros que pueden estar a la altura de su poderosa escuela y derrotarles. El mismo tipo de admiración con que miran a Anand cuando viene a Moscú y con que en la era soviética miraban a Bobby Fischer a pesar de que, según la propaganda oficial, representaba al capitalismo en su peor expresión. Los rusos, acostumbrados a tener una formación vigorosa en lo colectivo, disciplinada y académica, sienten una peculiar atracción por Carlsen y Fischer, que son la expresión máxima del individualismo apoyado en el talento propio. Según el GM ruso Jalifmann aún tiene muchísimo para dar y seguramente si se mantiene jugando y no se aburre, antes de los 25 años ya haya ganado a cuanto ser humano se le haya cruzado en frente del tablero en matches claves. Alexandr Nikitin, el entrenador de Kasparov en su larga carrera de los años ´70 y ´80 en la URSS hacia el titulo mundial, habla de él como de un genio de la era de las máquinas. Ambos coinciden en que Magnus es un adolescente equilibrado emocionalmente, algo inusual en los genios que le precedieron, sin problemas neuróticos ni de egotismo desmesurado. Calmo, centrado, con esa serena personalidad escandinava fruto de un sistema educativo con el ser humano como centro y sin duda gracias también a una sabia orientación de su padre y su familia. Y, al contrario de lo que se pudiese suponer dado que Magnus es de la generación de los blitz por minuto en internet, según cuenta su padre, lee muchos libros de ajedrez, de hecho “los traga”. Así ha leído sin parar todos los tomos de Kasparov sobre “Mis grandes predecesores” y los libros de Capablanca y Alekhine (Aliójin en ruso), sobre sus mejores partidas autoanalizadas. Además, lee las mejores revistas de ajedrez. Leyendo una partida comentada por el mismo Carlsen en la revista rusa “64”, en la que derrota a Ivanchuk, uno se asombra del léxico que maneja a su edad. Comenta su partida conceptualmente. No se desliza a lugares comunes típicos del comentario de partidas. Tampoco existe en sus comentarios la autosuficiencia más o menos subyacente del ganador, por la cual quien relata pareciera dar a entender que en cualquier caso él debiera ganar pues al fin es mejor en sí, y lo demás fue mala suerte. Todo eso, que es muchísimo, y su fuerza tranquila hace muy bien tanto a la imagen del ajedrez como al contenido de su práctica competitiva. Además. cada vez juega más fuerte y todos saben que tarde o temprano estará retando al campeon del mundo y muy probablemente ocupando su lugar.


Ivanchuk- Es quien ganó los dos torneos del Memorial Tal. El clasico y el Blitz. Es timido, viste saco y jeans. Llega a la mesa y sonríe. Da la mano muy respetuoso. Luego se enrolla y empieza a jugar con gran velocidad. Su partida con Kramnik concentra en derredor a todo el mundo. Como veo que sera muy incómodo de mirar, me dedico a ver a solas el blitz entre Kamsky y Ponomariov que están jugando absolutamente sin público. De vez en cuando volteo a la mesa 1 donde Kramnik e Ivanchuk luchan por el primer premio. Son profesionales y esas decenas de miles de dólares son su botín. Solo veo un círculo de apasionados espectadores. Salen chispas desde dentro del círculo. Ya cuando Ponomariov está derrotando a Kamski, sin mover una pestaña, estallan aplausos en la mesa 1. Kamski y Ponomariov se distraen por una decima de segundo de su partida y sonrien mirándose. Sus colegas se han llevado al público y los aplausos... y el botín de una decenas de miles de dólares y ellos tienen a un solo expectador en su partida. Pero siguen impertérritos jugando su partida, como profesionales... saben que si uno va a la guerra... pues, puede morir. Intento adivinar quién ganó en el tablero 1 por el gesto con que Kramnik e Ivanchuk se alejan caminando. No puedo. Se van también como profesionales que han luchado a muerte. Tengo que preguntar. La masa de espectadores de la mesa 1 ha quedado aún hipnotizada mirando el tablero con restos de la lucha entre el ruso y el ucraniano. Cuando comprenden que todo ha terminado y que ambos jugadores ya se han retirado se abalanzan en horda sedientos de emoción y “sangre” a ver el duelo que aún sigue en proceso entre Ponomariov y Kamski. Por suerte la partida ya está terminando. Al fin Ivanchuk se llevó el premio del blitz; en segundo lugar entró Kramnik y en tercero, Carlsen. Ivanchuk y Carlsen se toman el avión directo de Moscú a Madrid y de allí a Bilbao, donde jugarán el Gran Slam.


Kramnik- Se está preparando para su match por el título del mundo con Anand en Alemania en unas semanas. Le cuento algunas cosas de Uruguay. Le digo que allí habemos varios que hinchamos por el, aunque sé que mucha gente simpatiza por el hindú porque es de verdad un tipo agradable como persona y combativo en su juego. Kramnik sonríe. Le digo que debe de ganar y le deseo el éxito. “Spasiva”, me dice con una sonrisa (en ruso: “Gracias”). Estrecha la mano con firmeza. Es muy alto, tengo que mirar de verdad hacia arriba. Tiene el pelo oscuro. la piel muy clara y los ojos azules, como los rusos del sur. Nos tomamos una foto. Va con su botella de Akva Minerale. Se sienta en la mesa de juego. Se arrebuja y espera al adversario. Viste ropa de alta marca pero con sobriedad. Juega con una fuerza profesional que se siente en el aire. Le alcanzan libros para que firme con su autógrafo. Veo un brazo ruso que le extiende un viejo ejemplar soviético de “Mi sistema”, de Nimzovitch. Kramnik sonríe. Su esposa francesa no ha venido con él. Le miro, le observo, le veo moverse y le veo jugar. Me contesto una pregunta que hace unos meses me hacía en Elista, en el lejano sur de Rusia donde fue el escándalo con Topalov… Me digo para mis adentros -No, este hombre de ninguna manera utilizó el engaño en el baño recurriendo a computadoras...-No lo precisa en primer lugar, y en segundo y más importante, según mi experiencia me dice, y viéndole de cerca y estudiándole concentradamente como persona en sí, no... definitivamente no. Eso de Elista fue una farsa montada vaya a saber con qué fin por Danailov -el manager de Topalov. Este tipo, Kramnik, es un tipo bueno, en términos simples. Bueno. Hay veces que alcanza con “ver” para creer. Y de nuevo a la lucha. Cuando juega, su ánimo se transforma y es un guerrero, como debe ser. Pero eso es otro asunto.


Marcel Blanchard: "Nací en Montevideo en 1963. Estudié en la Facultad de Arquitectura. Estudié historia y economía política en la URSS. Desde 1993 me dedico a la organización de viajes académicos en Rusia, donde vivo, y a estudiar la realidad de ese país. Trabajo también impartiendo conferencias sobre historia, urbanismo y arquitectura en Rusia en distintas universidades de México y otros países de Latinoamerica. También me dedico a promover al Uruguay en Rusia".

Fotos: Viktoria Smirnova, e5! (menos el retrato de Boris Gelfand)

1 comentario:

  1. Muy buenas las crónicas de Marcel, sobre todo para conocer detalles interesantes de los mejores jugadores del mundo.

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