En las escuelas como educación inicial,
el ajedrez beneficia el desarrollo de habilidades intelectuales, construye
pensamiento crítico y forja valores en los niños.
Es
increíble cómo un tablero de sesenta y cuatro casillas puede proporcionar una
fascinante sensación de emoción intelectual en sus jugadores, pero además, es
asombroso cómo este juego milenario, aplicado desde la educación inicial, puede
desplegar un abanico educativo extraordinario fomentando el aprendizaje, el
pensamiento crítico, potenciando la inteligencia emocional y la transmisión de
valores; y todo a través de la resolución de problemas concretos de ajedrez.
El ajedrez trae pues, consigo, jugadas
invisibles que han demostrado cómo con la enseñanza temprana en las escuelas,
los niños aprenden la cortesía, acatan normas y turnos, respetan las ideas de
los demás, se responsabilizan de sus propios actos, y entienden que toda acción
tiene una consecuencia.
En este
último aspecto un ejemplo claro desprendido de las normas es el de ‘pieza
tocada, pieza jugada’, que los ayuda a pensar antes de actuar. Igualmente les
forja disciplina, aprecio por el silencio y el autocontrol.
Lo
asombroso es que se puede iniciar la enseñanza del ajedrez con niños de tres
años de edad, y aunque es cierto que en tan temprana edad no se pueden explicar
los aspectos complejos y estratégicos del juego, sí se pueden dar a conocer las
partes del tablero, enseñarles los movimientos de las piezas y realizar
ejercicios simples de cálculo, visualización, percepción, atención, análisis y
memoria.
Positivamente,
además de la dimensión lúdica evidente, el ajedrez es mucho más que un juego o
un deporte. Numerosos estudios han demostrado que es también una herramienta
poderosa para el pensamiento creativo, porque el jugador de ajedrez después de
tener bases sólidas, los conceptos claros y suficiente información acumulada
con el entrenamiento, da un paso hacia la originalidad, hacia las novedades y a
las fantasías. El proceso de práctica y aprendizaje lo va conduciendo al
pensamiento lógico, cada vez más ordenado, y a la obtención de la verdad
apoyado de diversas operaciones mentales.
Por estas
razones, la Unesco ya recomendó desde 2005 a todos los países miembros que el
ajedrez fuera incorporado como materia educativa en la enseñanza primaria y
secundaria. Y para la fortuna educativa española, recientemente la Comisión de
Educación del Congreso de los Diputados ha decidió (por unanimidad de los
partidos que la componen) proponer que este juego forme parte de la vida
escolar de los niños españoles, especialmente entre los seis y los nueve años.
Este hecho es aplaudible porque además
se benefician dos aéreas educativas con la pedagogía del ajedrez en las
escuelas: las matemáticas y el dominio del lenguaje; coincidente con las
asignaturas en las que los alumnos españoles presentan mayores rezagos (según
informes de PISA que han evidenciado una calificación de entre 10 y 15 puntos
por debajo a la media de la OCDE).
A saber,
el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA, por
sus siglas en inglés), tiene por objeto evaluar hasta qué punto los alumnos
cercanos al final de la educación obligatoria han adquirido algunos de los
conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la
sociedad del saber.
Nota publicada por: Gina Joya enpositivo.com
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