La primera fase del campeonato uruguayo de ajedrez, la etapa de "cuartos", ya parece lejana en el tiempo.
Fue el sitio de largada para todos.
La línea de salida de un camino largo.
Si bien algunos clubes la realizaron casi que sobre el final de la fecha permitida, otros la llevaron adelante cuando el 2012 aún estaba en curso.
Y mientras muchos orientales tenían entre sus dedos arena y tomaban días de descanso cuidándose del astro rey bajo la generosa sombra de una sombrilla playera, o pasaban noches de embriaguez carnavalera al son de una poética murguera tan sensible a los uruguayos, en el barrio Peñarol, en el club que le da vida a un gran centro social, decenas de ajedrecistas golpeaban la puerta de la meta final, el acceso al salón sagrado al que solo acuden los mejores.
Algunos enseguida dejaron sus puños muy bajos, sabedores de su falta de fuerza para hacerse oír, otros, mantuvieron sus golpes día tras día, jornada tras jornada, hasta que los postigones dijeron basta, los pestillos se bajaron, y el umbral fue traspasado por quienes demostraron tener fuerza para ello.
Fueron 7.
Era el lugar único y suficiente.
Nada fue de de extrañar que determinados hombres ingresaran sus pies en esa sala, ya de antemano, observadores, entusiastas y colegas los daban por seguro.
Otros causaron sorpresa, ya que luego de mucho batallar durante años y años llegaron a la cima que muchos desean.
Y otros son la nueva generación que se abre paso en este ajedrez oriental al que parecen querer soplarle vientos nuevos.
El trabajo mantenido en años con solvencia, capacidad y esmero, ve sus frutos en estos muchachos que consolidan con su rendimiento, el fruto de tantas semillas sembradas.
En ellos está volcado todo el esfuerzo grupal sostenido durante años en el Club de Ajedrez de Paysandú, ahí se ve el trabajo que por mucho tiempo hizo el Club Banco República con una generación de talentosos chiquilines.
Ellos piden permiso, tocan el pestillo, lo bajan, ya abrieron la puerta, están por entrar.
Ya saben lo que es vivir la sensación desde ahí, jóvenes pero experientes.
Los reyes del ajedrez oriental los esperan.
Por años el preciado trono supo ser de muy pocos dueños.
Lo cuidan. Lo protegen.
Pero ya escucharon los golpes en la puerta.
Ya sienten sus pasos que pisando fuerte están entrando.
¿Habrán llegado para quedarse?