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jueves, 30 de abril de 2009

Algunas anécdotas de la Termipol 2009

El verdugo compasivo

Después de perder y estrechar la mano de su rival, como es costumbre entre los ajedrecistas, por más que no todos lo vean como un comportamiento necesario y varios no lo hayan practicado en esta IV Copa Termipol, uno de los jugadores salió de la sala de juego y, muy consternado, se dirigió hacia la vereda opuesta al Politécnico del Cono Sur, donde se estaba desarrollando el torneo.

Sentado en el cordón de la vereda, largos minutos pasaron en los que sólo atinaba a sostenerse la cabeza con su brazo, y dirigir su mirada a un cielo azul gigante que no podía darle explicaciones de columnas mal aprovechadas o minucias de cálculo en el ataque por el flanco rey.

Cuando parecía que sólo el desconcierto y el pavor por la derrota terminarían de hundirlo en su lamento, la persona que en tan penosa situación lo había dejado se le acercó con lentitud, manos en los bolsillos, y se acomodó a su lado en el fino cordón. Los dos jugadores extranjeros empezaron a charlar.


Una apertura acelerada

Un jugador responde con CF6 a la primera jugada de las blancas: d4. Otra Defensa Ortodoxa más, pensaron algunos. Quizás el hombre se anime con un Gambito Budapest o ensaye alguna aguda línea contra el Ataque Trompowsky de su rival o se refugie en una India de Rey para luego abrir el tablero. Bueno, nada de esto ocurrió, ni nada que vayan a encontrar ustedes en ningún libro de aperturas o en ningún programa de computación.

Resulta que nuestro protagonista tenía otras ideas, y, tal vez creyendo que su rival había caído en una etapa de sueño profundo, o por el simple despiste producto de la temprana hora, realizó su segunda jugada sin esperar a que su rival hiciera la que en realidad le correspondía hacer a él primero. "¡Nunca visto!", comentaba su rival, entre risas y caras ruborizadas. Al jugador que manejaba las blancas ni se le pasó por la cabeza reclamar que se había hecho una jugada ilegal.


Enojo arbitral

Uno de los árbitros, enojado porque dos jugadores que habían terminado su partida estaban analizando y no habían entregado sus “planillas”, se dirigió a ellos en los siguientes términos: “La próxima vez que no me entreguen las planillas, les pongo un cero a los dos”.

Los jugadores, todavía aplastados por los efectos de la partida recién terminada, apenas si lo miraron y menos todavía repararon en el tono amenazador del comentario ni en el retroceso que implicaba a los años locos de la escuela. "Sí, maestro", fue la respuesta que en realidad no llegó, pero por el tono utilizado por el árbitro hubiera sido de esperar. Los adultos jugadores firmaron el papel, lo entregaron y siguieron con su análisis un rato más.


Manotazos de ahogado

Un jugador que goza de 600 puntos más de Elo que su contrincante, se queda sin tiempo al final de su partida. En el mismísimo momento en que su reloj marca 0 segundos, a pesar de lo cual aprieta de todas formas el reloj (por lo que pone a funcionar el de su rival), este último, que en ese momento contaba todavía con 5 segundos, se lo hace notar. El jugador mira de cerca su reloj, se demora un segundo en tender la mano, aprieta la de su rival como aceptando la derrota, y en el momento mismo del apretón, sin soltar la mano ya apresada, llama al árbitro y exige tablas porque “ambas banderas han caído”.

Antes de continuar con el desarrollo de esta anécdota, hay que aclarar que durante sus últimos 12 segundos de partida, el jugador que reclama tablas hizo varios movimientos ilegales, golpeó el reloj con una potencia desmedida, comportamiento que calificaba para ser sancionado por “mal uso del material de juego” y le habló a su rival directamente durante el blitz final.

Uno de los árbitros se aproxima, mira los dos relojes y sin reflexionar mucho dice al que había reclamado la victoria por tiempo: “Tiene razón”, y emprende viaje hacia la mesa arbitral. “No, ¿cómo que tiene razón?”, increpa. “Fíjese, él tiene un signo de menos en su contador”. El árbitro ignoró la precisión y siguió su camino. En ese mismo instante, otro de los árbitros le repite la evidencia de que hay un signo de menos en uno de los contadores. Entonces, y sólo entonces, el árbitro cambia de parecer. “Ah, está bien”, dice. En 10 segundos, una victoria por tiempo pasó a ser tablas y a volver a transformarse luego a su estado original de victoria por tiempo.

El jugador que se había quedado sin tiempo elevó un reclamo al Tribunal de Apelaciones que, finalmente, falló a favor del jugador que había reclamado la victoria por tiempo. El que había elevado el reclamo, se paseaba después por la sala de juego hablando a grandes voces y mencionando en sus tribulaciones al Tribunal, al reglamento, a los antecedentes y a todo lo que le molestara en ese momento, fuera o no fuera relativo a la situación antes referida.


El hombre sin memoria

El hombre acaba de ganar por tiempo, cuando a él también se le queda en 0 el reloj. Exactamente, exactamente la misma situación que en la anécdota anterior. La diferencia radica en que del otro lado del tablero había un joven que no estaba dispuesto a sacar medio punto fuese como fuese, sino uno aceptó su derrota, no sin ciertas dudas, es cierto, hay que admitirlo, pero aceptó su derrota.

El hombre, entonces, comienza a completar la papeleta que se le entrega al árbitro al final de cada partida, con los nombres de los participantes, el número de ronda y el resultado de la partida. Sin darse cuenta, pone el resultado al revés, atribuyéndole de esa manera la victoria a su rival. Cuando este último se da cuenta del error, se lo notifica al instante, sin dudar un segundo. El hombre mira la papeleta y le dice: “No, está bien”. “No, está mal, puso el resultado al revés, usted era blancas”. Parecía que el hombre se entraba a enojar, sin razón alguna: “Pero, ¿qué me decís?” le espeta al joven muchacho, que a estas alturas ya se estaba cansando. El joven le explicó la situación por última vez. Al fin, el hombre lo entendió. “Ah, tenés razón”, dijo sin mirarlo a los ojos. Con ademán algo brusco, corrigió el error.

Reportaje fotográfico Copa Termipol 2009 (3)

Tercera parte (y última)
La otra Termipol


Tiempo libre

Sebastián Decuadro, Martín Izquierdo y Gabriel Kimelman

Jaime Escofet

Jugadores del Banco República miran el partido de Peñarol

Manuela Pérez, Andreína Quevedo y Verónica De León

Ustedes tres

Carla Gainzarain, Jaime Escofet y Gabriela Lima


Ustedes dos

Nicolás Cucchi y Diego Urrestarazú

Trenes peligrosos



Otras miradas


Marcel Blanchard

Reportaje fotográfico Copa Termipol 2009 (2)

Segunda parte
Copa Termipol 2009


El torneo

Pérez Ponsa - Muniz. Observados por el árbitro Santiago Gatti

Mauro Barboza - Diego Carbone

Pablo Solari - Jorge Cao. Observados por Aram Chamlián y Juan Belbey

Los análisis

Diego Carbone, Martín Marotta, Julio G. Cabillón y Claudio Cóppola

Mateo Arcos, Diego Urrestarazú, Sebastián Decuadro y Nicolás Cucchi

Mario Saralegui y Federico Pérez Ponsa, campeón del torneo

Álvaro Guerrero y Salvador Alonso después de su partida

Tabaré Bustelo y Santiago Rodríguez

Los jugadores

GM Salvador Alonso (Arg)

MF José Ángel Cejas (Arg)

CM Mateo Arcos (Uru)

MN Jorge Brasó (Uru). Enrojecido

MI José Fernando Cubas (Par)

La sala de juego


Área de los árbitros

Árbitro Gatti acondiciona la sala

El Centro Politécnico

Visto desde Plaza de Toros



Pintura en la cantina

Cantina

La Plaza de Toros


miércoles, 29 de abril de 2009

Reportaje fotográfico Copa Termipol 2009

Primera parte
Colonia del Sacramento


Barrio Histórico


Turistas escuchan en la entrada del faro



Faroles típicos del barrio con el faro al fondo

Faro de Colonia. Inaugurado el 24 de enero de 1857, se eleva 34 mts. sobre el nivel del mar, tiene 118 escalones, funciona con energía solar y emite un destello rojo cada nueve segundos

Panorámica de Colonia desde el faro

Calle de los Suspiros atestada de turistas



III Abierto: resultados R5 y pareo R6

A continuación podrán encontrar los resultados de la ronda de ayer (5), las posiciones luego de la ronda 5 y el pareo de la ronda 6. La ronda 6 será disputada recién el próximo martes 5 de mayo; no mañana jueves 30 de abril.



Cuando no existen Garantías

Escribe: Alejandro Genta

Hechos y Antecedentes

En la partida disputada en la última fecha, entre Señor Daniel Izquierdo, conduciendo las piezas negras, y quien suscribe, conduciendo las piezas blancas, siendo los árbitros intervinientes Rubén Hipogrosso y Jorge Bermúdez, en la jugada 67 el maestro Daniel Izquierdo reclama tablas por repetición de la misma posición fotográfica con las mismas posibilidades según obra en el reglamento vigente de la FIDE. Los árbitros intervinientes reprodujeron la partida y me dijeron que efectivamente se había repetido y declararon tablas, acto seguido firmé las planillas pero hice un reclamo formal a través de una carta. En esa carta reclamo que Izquierdo no tenía la planilla en forma como para reclamar, dado que faltaban jugadas que tuvo que suponer el árbitro Hipogrosso y había varias enmiendas y anotaciones erróneas, y que por esa razón no puedo dar fe del reclamo. Se le saca fotos a las planillas. A los veinte minutos, después de abandonar la sala, me llama Lanzilotta y me dice que reproduciendo la partida no se llega a tablas. En seguida llamo a Héctor, le explicamos y él me dice que amplíe la reclamación, mandándole un correo rápidamente. Así sucede y cumplo rápidamente. Héctor la reproduce y constata que efectivamente no hay repetición de tablas, que había sido un error del árbitro.

Usando como testimonio las planillas del reclamante Daniel Izquierdo, se puede constatar con total certeza: A) Que el reclamo es improcedente porque no se produce la repetición. B) Que el fallo de los árbitros es erróneo por la misma razón del literal anterior.

Por lo tanto solicito continuar la partida desde la posición que fue suspendida con el incremento de tiempo que me corresponde por un reclamo equivocado.

La posición está claramente ganada de mi parte, de materializarse mi triunfo las posibilidades de disputar la final del campeonato uruguayo de ajedrez 2009 son muchas.

He jugado todo el ciclo clasificatorio con el fin de llegar a esta final.

No es para nada justo que por un fallo erróneo de los jueces intervinientes quede excluida de la misma.

Esta es la carta, en esencia, que mande a la comisión arbitral…

Esperé la resolución y para mi sorpresa y la de casi todos, falló contra mi petición.


Cuando la justicia pierde ante las formalidades selectivas

Si alguien desea ponerse en mi lugar por un momento, después de jugar el preliminar, el desempate y posteriormente la semifinal y se encuentra que bajo su propio esfuerzo logra una posición ganada en la cual le reclaman tablas (cosa que no está en mi dominio), que los árbitros me dicen que la partida es tablas (cosa que tampoco está en mi dominio) y que firmo por confiar en dicho veredicto y ante todo con buena voluntad (eso sí está en mi dominio), que hago una carta en el momento de apelación al fallo (eso está también en mi dominio), que posteriormente se constata reproduciéndola que no existen las repeticiones y por lo tanto amplío el reclamo y que existe justamente un tribunal de APELACIONES para salvar estos errores, que se supone que van a actuar ante todo con justicia (cosa que no está en mi dominio) y que finalmente me dicen que el árbitro se equivoco pero que el fallo es el mismo (última cosa que no está en mi dominio)… entonces se acaba de conformar una total y absoluta falta de garantías. Cualquiera se sentiría totalmente manipulado por una hipocresía brutal, en la cual no prima la justicia, el sentido común, sino algo tan técnico como que los procedimientos no fueron los correctos, que no tendría que haber firmado, que solo valía mi primera carta, la segunda donde aclaraba el error, no… que escuche a un árbitro decir que la razón por la cual no se aceptaba la verdad del descubrimiento posterior (que estaba equivocado el juez) era porque “imagínate que si no... se manda una carta, después otra, y otra y es una locura” ¿y esa es la justicia que prima?

¿La prueba de la verdad no se aceptó? ¿Por qué intereses?

No señores, la justicia no está posterior a las formalidades, al tecnicismo, sino que debe ser la guía que inspira todas las leyes. Cuando se plantea un problema de este tipo, el juez justo y que honra su puesto debería decir: ¿dónde está la verdad? ¿dónde está la justica? Y con esas dos guías debe hacer su veredicto interpretando las reglas.

El tecnócrata, el formal, el que no quiere justicia sino ver cuál regla, cuál punto podemos aplicar para truncar la justicia, para que todo quede como está. Es aquel que aun sabiendo que hay un error en la sanción dice: “No se puede hacer más ampliaciones aun cuando la verdad es redescubierta” es aquel que dice: “Es indudable que el juez se equivocó y está demostrado, pero no fue hecho el reclamo con las formalidades correspondientes”…

El tecnócrata es aquel que permite que un violador, un asesino, pueda evitar la cárcel y vuelva a convivir con mostros aunque la evidencia que lo condena es irrefutable pero mal ávida. Que a pesar que no existe ninguna duda de que es un asesino, no se cumplieron las formalidades…

Para mi sorpresa hay muchas personas que piensan así, lo pude constatar en el reciente torneo de la Copa Termipol en Colonia este fin de semana. Muchas personas que creen que solo un mundo lleno de reglas estrictas y más importantes que la propia verdad les puede dar seguridad. Espero que estas personas nunca les pase nada, ni sufran una injusticia…y que si les suceden, no miren para arriba para reclamarla y les devuelvan un puñal justificado en tecnicismos selectivos. Digo selectivos porque, se acepta la caligrafía de Izquierdo cuando no cumple el también las formalidades necesarias.

Estas personas no entienden que si siempre nos guiamos por la verdad y justica nunca nos vamos a apartar de ella, en cambio si nos guiamos en un montón de reglas estrictas cada vez corremos el riesgo de apartarnos de su objetivo. Así se crea la burocracia sin sentido.

Cada vez que aceptamos que la verdad no es lo más importante y que son las formalidades selectivas estamos matándonos a mostros mismos.

Por ende llego a la conclusión de que en realidad ya estaba condenado mi fallo, dadas las características de mi rival y las posibles consecuencias de fallar en su contra hicieron cortar la cuerda por el lado más suave.

Los tecnócratas me contraatacaron diciéndome que soy un inocente, que la justicia no es lo más importante y para ello me trajeron el ejemplo de un partido de fútbol, en el cual se hace un fallo erróneo como un penal que no existió y que permite ganar a un cuadro que no lo merecía, de la misma forma yo no puedo esperar revertir un fallo de ajedrez.

La diferencia estriba que en un partido de fútbol no hay una comisión arbitral con potestades para cambiar el fallo arbitral. En el ajedrez sí.


Comisión Arbitral se equivoca rotundamente

La comisión tiene las potestades como para cambiar el fallo equivocado. La comisión investiga y llega a la conclusión de que el fallo es erróneo. El propio árbitro también está dispuesto en cambiar el fallo y reconoce su error.

Tengo que hacer la consideración que el árbitro es el que valida la firma de los jugadores como verdadera, y es más importante que dichas firmas, como el ejemplo que si suena un celular y los rivales acuerdan tablas, el juez la puede dar por perdida.

El juez valida la firma de los jugadores. La comisión valida la decisión arbitral. Por lo tanto la comisión arbitral puede y debe en busca de la verdad revocar la decisión arbitral y por ende las firmas de los jugadores que no son más importantes que la decisión arbitral.

¿Cómo puede valer menos el error que reconoce el árbitro que la firma de la planilla por el jugador perjudicado? Sería claramente un error de sentido común.

Hoy mi enojo e indignación no es con Hipogrosso, que tuvo la honestidad de aceptar su equivocación y hacer todo en cuanto le fuera posible, mi enojo es ante la comisión que tenía la responsabilidad de hacer valer la verdad aunque tuviese que enfrentarse a la desagradable presión de Izquierdo, porque esa es su función. Lo dice el reglamento de la FIDE. El error de los árbitros se produce por la esencia de la propia humanidad, la cual hace que nos equivoquemos en un montón de casos y no se puede evitar. Lo que sí no puedo aceptar y me produce nuevamente indignación y asombro es que perjudiquen la justicia conscientemente, y que me digan que tengo razón, pero que marcho preso.

La comisión podía dar garantías a la justicia por sobre todas las cosas, inclusive las formalidades, es la función de los jueces en cualquier lugar y época. Incluso las potestades de la comisión es cambiar el fallo arbitral en pos de la justicia, el sentido común y la verdad. Eso nos enseñaron en la escuela, en el liceo y en todos lados. La comisión tuvo, a diferencia del árbitro, la comprobación del error y a través de un procedimiento consciente y razonado comete una nueva injusticia mucho más atroz que la anterior que era inconsciente.


¿Qué nos enseña esto?

La primera enseñanza que nos propone es que la verdad no alcanza para subsanar un error. Porque no hay garantías. Por eso no debemos firmar nada, absolutamente, ni haciendo fe en nuestro escribano (juez), es importante que ante la duda y aunque esta sea pequeña, no firmemos nada, porque no hay garantías, no hay justicia, solo formalidad, solo estructuras burocráticas que están enquistadas en sí mismas como verdad, más allá de la propia realidad.

Imaginemos por un momento, que vuestro hijo hace algo equivocado, y le saco la tele porque pienso que hizo algo que no está bien, pero que después me doy cuenta que me equivoqué claramente... ¿Saben lo que hay que hacer? Lo que nos enseñan hoy la comisión, es decirle a tu hijo “ yo sé que me equivoque, y te estoy castigando injustamente, pero nada puedo hacer por que formalmente vos aceptaste la pena (firmaste la planilla)… ¿Se imagina alguien siendo tan ridículo? ¿Se imaginan que prime la formalidad ante que la justicia?

Otra cosa que nos enseña este fallo es que la verdad es menos importante que las formas, porque este mundo estructurado solo puede marchar por formalidades, por requisitos… Lo que no saben es que todos estos reglamentos para buscar la justicia, ese es el fin que motivó todas las leyes, todas las reglas y que nunca, jamás puede ser más importante que su fin.

Quisiera saber si a cualquiera de los jueces de la comisión, les dijeran que les acaban de robar un auto, la casa, o quizás (dios no quiera) algo peor y se reconoce fielmente donde esta, y se constata el robo, pero le dicen que como no llenó correctamente el formulario, 419 no pueden devolverle lo que le robaron…Quisiera realmente que pasaran por esa situación para que entendieran.

¡Cuántas injusticias hay! Nos indignamos cuando a alguien le sacan su casa y la ocupan sin que pueda hacer nada, nos indignamos porque a un violador hay que soltarlo, nos indignamos cuando un asesino tiene 15 o 20 entradas en la cárcel, nos indignamos porque si matamos a un asesino en nuestra casa podemos ir preso, nos indignamos porque un menor de 17 puede matar impunemente.

YO me indigno mucho más por lo anterior y también algo, cuando existe una comisión especialmente para subsanar esto y no se hace, cuando la apatía y la frialdad me dan la cara, cuando veo que todos somos responsables de que esto suceda día a día.


¿Entonces cuál es la razón para fallar equivocadamente?

La razón la desconozco, pero lo que sí sé… es que ninguno de los jueces hace eso en su vida privada, tratan de actuar con justicia, educando y enseñando, y los que tuve oportunidad de conocer sé que son buenas personas, pero como dijo alguien una vez en la FUA ante un problema que no había “solución”: “ Muchachos, ustedes individualmente, como personas, son bárbaros, ¡pero todos juntos no sirven para nada!”

La razón, podría ser la indiferencia, la injusticia, el tecnicismo, la burocracia, el miedo, etc., pero ninguna valedera. Siempre habrá una justificación, alguna inciso, alguno punto que nos exonere de la responsabilidad de la justicia, algo que me permita decir:” Sé que es injusto, y tenes razón, ¡pero marche preso! Es la famosa racionalización que justifica nuestro deshonor.


Conclusión

Esto es lo que hoy siento, y por más que traten y traten de justificar su fallo, con tecnicismos, jamás van a poder ser justos, ¡jamás! Y ese es el peor fracaso que pueden tener. Espero que les suceda lo mismo en su vida, pero no por venganza, sino para que cambien en el futuro y podamos sentarnos a jugar una partida y que dependa solamente de nuestro juego.

Hoy lo estoy pagando yo, quedándome al margen del campeonato, otros lo pagaran mañana, y estarán sentado ante este antecedente dramático, no por la consecuencia deportiva sino porque contando con todo para ser justo, fallaron en su misión justificándose con superficialidades.

Por último, no puedo dejar de asignarle una cuota de responsabilidad a la FUA, que fue la que designó la comisión arbitral y al propio arbitro, por lo tanto tienen corresponsabilidad en los hechos que iniciaron la injusticia y posteriormente la propia resolución de la comisión designada.

Gracias a todos por el apoyo y la solidaridad recibida. Gracias a mi club, la Proa, que me ha apoyado en todo este atropello, a Marcelo Lanzilotta y a las decenas de jugadores que como yo han quedado indignados.


Alejandro Genta Guillen
Cel: 095 861 510